¿Cuál es la utilidad de la placenta?
¿Para qué sirve la placenta?, ¿es un órgano mío o del bebé?, ¿cómo permite que yo alimente y proteja a mi bebé?, mi bebé ¿respira por la placenta?.
Después de la semilla, el árbol de la vida.
Durante la nidación, el huevo se implanta en la mucosa del útero, adhiriendo células en las paredes de los vasos sanguíneos para extraer los nutrientes que necesitará para su desarrollo. Estas células, escasas inicialmente, proliferan y se ramifican como las raíces de una planta, en ramificaciones sucesivas llamadas vellosidades, con el fin de obtener una superficie máxima de intercambio con tu sangre. Así se va formando la placenta.
En su alrededor, está tu sangre. Separando ambas circulaciones, la tuya y la del bebé, se desarrolla una capa de células que te separan de este pequeño ser que proviene de ti, pero que está separado de ti. Es algo mágico: tu cuerpo guardará en su interior a este pequeño ser durante nueve meses y disminuirá tus defensas inmunitarias para que no puedas rechazarlo como un cuerpo extraño. Tu cuerpo llevará a la placenta tu sangre para nutrirlo, y los nutrientes atravesarán las capas de células que forman las vellosidades. Nunca habrá contacto directo entre tu sangre y la del bebé, en ningún momento durante los nueve mases.
Un autoservicio para el bebé.
Las membranas de las vellosidades de la placenta funcionan como una superficie de intercambio a nivel de la cual tu sangre, cargada de oxígeno del aire y nutrientes provenientes de tus alimentos, seguirá un circuito dedicado a satisfacer las necesidades del bebé; a continuación volverá a tus pulmones cargada de anhídrido carbónico y desechos que serán eliminados por tus riñones, para reiniciar a continuación un nuevo ciclo.
La sangre de tu bebé llega a la superficie de intercambio de la placenta por el cordón umbilical, y eliminará los desechos que transporta a nivel de las vellosidades, recogiendo simultáneamente el oxígeno y los elementos nutritivos, para volver luego al cuerpo del bebé por este mismo cordón umbilical. Este circuito maravilloso tiene un flujo sanguíneo muy alto: su promedio es de 50 ml por minuto. Tres y hasta cuatro litros de sangre pasarán por la placenta cada hora, es decir, un volumen equivalente a casi todo el volumen sanguíneo de tu cuerpo.
Protectora, pero no impenetrable.
Los intercambios a través de la placenta incluyen asimismo otros gases, que puedan estar disueltos en tu sangre, tales como monóxido de carbono: esto explica los efectos nefastos del tabaco. En efecto, el humo del cigarrillo incluye el alcaloide nicotina que contrae la pared de los vasos sanguíneos, reduce su diámetro y, por lo tanto, modifica la calidad y el flujo de sangre que llega a tu bebé. Además, tus hormonas (tales como la adrenalina y el cortisol que produces en gran cantidad en momentos de estrés o emoción), las sustancias tóxicas y algunas drogas y medicamentos pasan a través de la placenta, así como algunas bacterias, parásitos y virus, lo que explica las precauciones que debes tomar durante el embarazo y la prohibición de la automedicación.
Un órgano nuevo, por nueve meses.
Finalmente, la placenta es un órgano que almacena nutrientes tales como el hierro, calcio o glucosa (en forma de glicógeno), y es también una glándula endocrina, puesto que produce hormonas del embarazo: la gonadotropina coriónica humana (HCG) que tiene un papel muy importante en la nidación, el lactógeno placentario (HPL) que favorece el desarrollo de tu bebé y prepara tus pechos para la lactancia, los estrógenos y la progesterona que actúan para el desarrollo y funcionamiento de tu útero, pechos y muchas otras hormonas que se están estudiando hoy en día.
La placenta es pues un órgano aparte, en el límite de lo que te pertenece a ti y de lo que pertenece al bebé, y sólo tiene razón de ser durante los 9 meses en que llevas dentro al fruto de tu amor. El papel maravilloso que le cabe va más allá del circuito del oxígeno y los nutrientes que circulan entre el bebé y tú.
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