Caprichos y berrinches: explosión de emociones
A pesar de lo incómodo de la situación, los niños no realizan berrinches con intenciones de dañar o molestar a los adultos.
Se trata de una escena bastante común en las calles, supermercados o shoppings: a través de un berrinche, el niño manifiesta deseos no satisfechos, expresa bronca y/o irritabilidad, o bien lo utiliza como método para conseguir algo. Casi todos los niños, en algún momento de sus vidas, protagonizan este tipo de episodios, especialmente entre los 2 y 3 años. A pesar de lo incómodo de la situación, los niños no realizan berrinches con intenciones de dañar o molestar a los adultos, sino que son parte de su proceso de adaptación. Durante este periodo, los niños inician un proceso de independización, que muchas veces intentan llevar más allá incluso de sus propias habilidades. La limitada capacidad que aún poseen para expresarse verbalmente los lleva a exteriorizar sus sentimientos por otros medios. Curiosamente, esta situación es un signo de confianza, ya que el niño sólo desarrollará los berrinches en presencia de sus padres o personas más allegadas. Ello se debe a que está poniendo a prueba la existencia de límites y reglas; cuando rompe estas normas y es restringido, puede responder con un berrinche. Ante este tipo de manifestaciones, la recomendación para los padres y personas cercanas es mantener la calma, dando a los niños el ejemplo de cómo reaccionar ante situaciones complejas. No se debe intentar detener al niño, ya que al no poder expresarse, el berrinche podría ser aún más intenso. Es importante recordar que estas reacciones tienen un componente de actuación, en la cual los adultos son el público. Por eso, si estos últimos se alejan y no le prestan atención, el niño comprenderá que ese recurso es poco efectivo y buscará otro. Durante el berrinche no es momento para explicar por qué no puede obtener lo que desea; es mejor esperar a que esté tranquilo, aunque sin largas y complicadas explicaciones. Las reglas deben expresarse en forma breve y clara. Los límites son fundamentales, porque les dan certidumbre a los niños y disminuyen sus niveles de ansiedad. Si cedés con las exigencias, estás reforzando los caprichos. Siempre se debe responder de igual manera ante situaciones similares y todos los adultos de su entorno deberán reaccionar igual.
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